Hace cinco años atrás (antes de la pandemia), fue la última vez que me reuní con un amigo de muchos años, con el que de vez en cuando tenemos encuentros sexuales. Nos llevamos muy bien en lo personal, y en la cama muy pero muy bien. Me reconozco desde siempre como hombre homosexual pasivo, muy complaciente, y muy bueno para el pene la verdad.
Los encuentros con este amigo, si bien son esporádicos, dado que no vivimos en la misma ciudad, son muy bien aprovechados con varias eyaculaciones por visita. Él gusta de tomar un rol bien de macho en la cama, aun no se libera de algunos estigmas de no salir completamente del clóset, cosa que nunca me ha molestado. Cada uno tiene sus tiempos ¿no es cierto? Aun así, después de 5 años, incluso yo he cambiado mucho a sus ojos. Ahora amo realizar muchos fetiches y entre esos me he vuelto más activo en la cama, amo los fluidos (Semen, orina y saliva) y hasta he experimentado algunas sesiones de BDSM, donde he descubierto mucho placer el satisfacer a hombres masoquistas con sesiones de golpes y ballbusting.
Bueno. 5 años desde que nos vimos la última vez, conversamos en una video llamada, él más barbón, peludo, y con más kilos lo que lo hacen un oso muy lindo aun con ropa. Yo, ahora me afeito la cabeza, tengo 10 tatuajes y 5 piercings incluido un Príncipe Alberto en mi glande, lo que me hace sentir muy caliente todos los días (lo tengo hace 7 meses). Acordamos salir a almorzar una parrillada. Después lo llevé a un motel que me gusta mucho, tiene harta agua (Jacuzzi y ducha de pared con chorros laterales), espejos por doquier donde está la cama, un pequeño patio con pastito y mobiliario para tener sexo.
Sin más entrar a la habitación, paso al baño un momento, y al salir, veo a un hombre desnudo sobre la cama, muy robusto, cubierto de pelo hasta su espalda. Trago la saliva y mientras me desnudo el pene se me pone duro dejando al aire el brillo de mi príncipe Alberto, lo que le llama mucho la atención. Mientras me acerco a él, me confiesa que ha cambiado un poco en sus gustos. Yo por mi parte me mojé con saliva mis dedos y me comencé a tocar el ano mientras me arrodillaba en la cama. Él me pidió, si no me molestaba que le pudiera lamer su ano. Sorprendido (y más caliente) le dije que por favor se volteara. Se abrió de piernas y con sus manos peludas separó sus enormes glúteos mostrándome un rosetón brillante y oscuro. Babeando le metí mi lengua en 9 profundas embestidas, con cada cual hacía ondular mi lengua dentro de su recto. Con mis manos le apretaba firmemente cada glúteo, los cuales igual peludos y muy turgentes, iba poco a poco humedeciéndose de sudor. Cada vez que mi boca se llenaba de saliva, con mi lengua la iba empujando dentro de su ano. Me aguanté lo que pude para tocar su pene; que estaba todo mojado de líquido seminal, duro como un palo y me lo imaginaba dentro mío, pero no iba a ser posible, en especial por lo que iba a suceder ahora…
Mi compañero de cama se zafo de mi beso negro, me tomó con mucha energía de mis axilas dejándome de espaldas en la cama. Bajó por mi pecho lamiendo efusivamente mis pezones con mis argollas azules, chupándolas con fuerza, girándolas con su lengua. Yo le acariciaba su pelo lleno de rulos castaños, que ya olían a una transpiración que disfruté durante todo nuestro encuentro. Bajó a mi panza, lamiendo y mordiendo de vez en cuando mientras con su mano izquierda me amasaba mis testículos, y su mano derecha metiendo 4 dedos en mi boca. Sus dedos eran ásperos, gruesos y me sostenían la mandíbula con fuerza.
Finalmente me dijo con una voz muy caliente, jadeando y soltando un hilo de saliva por la comisura de su labio, que quería que lo penetrara. Que llevaba años imaginándolo. Él siempre me penetraba (cosa que hace muy muy bien), pero dentro de su pequeño discurso de cambio, está que le gusta ahora ser pasivo. Pensaba para mí –“siempre he querido penetrarle, no puedo creer esto”- así que a mano tenía mi BoyButter, me lubriqué el pene, y lo puse en cuatro frentes míos para penetrarlo mirando esta enorme espalda grisácea de pelos. Con las primeras 5 embestidas soltó varios quejidos. Estaba muy apretado, pero este lubricante se transforma en un delicioso aceite caliente que relajó su ano lo justo, para que chocaran nuestros testículos. Lo penetré por varios minutos. Le rasguñaba su espalda. Gozaba con el olor del sudor de su ano, de su espalda. Gozaba también con el sonido de sus vellos en mis uñas y sus jadeos de placer. En el espejo frente a nosotros podía ver su expresión de trance, cuando apenas puedes ver sus ojos verdes, perdidos en sus enormes pestañas que se cerraban cada vez que me apretaba mi pene con su ano momento en el que sentía una corriente por toda mi espalda. Estaba siendo algo genial para ambos.
Me detuve concentrándome sólo en sus jadeos. El olor de su culo, su transpiración, su aliento, todo lo estaba memorizando. Entonces le pedí que se recostara de espaldas y pusiera sus enormes piernas en mis hombros. Le acarré su pie izquierdo y le pedí que se relajara un poco. Me dediqué a oler cada dedo de ese enorme y regordete pie, mientras acariciaba los vellos de su empeine. Con la otra mano le estuve masajeando su glande, muy mojado por nuestra interacción reciente. Le chupé cada uno de sus dedos, embriagado por el sudor y el calor de esta extremidad. Sentir su pie en mi cara, era como sentir una plancha de placer que me paró los pelos de mi lomo. Levanté su culo un poco, y comencé a penetrarlo nuevamente. Esta posición es la que mejor me hace sentir mi perforación y además, ahora mirando de lleno a este gran amigo, gran hombre, que se me entregaba en una pasividad que me mantenía en éxtasis, complementaba toda la calentura que sentía. Sus ojos brillaban mientras me miraba, sus pezones eran muy prominentes y sensibles lo que me permitió jugar más con sus puntos de placer. Mojando mis pulgares le apreté ambos pezones mientras embestía lentamente, sintiendo cómo estos dos cilindritos de carne se endurecían mientras este oso gemía largamente y rebosante de placer. En este punto yo estaba por llenarlo de semen. Sentía cómo las paredes de su ano se dilataban más mientras algunos espasmos apretaban mi pene dejándome al borde de correrme. Respiré hondo y recogí con mi mano derecha todo su precum que goteaba de su glande. Se lo metí suavemente en su boca para que lo saboreara mientras comencé a acabar en unas arremetidas y gruñidos que hacían a mi querido amigo poner sus ojos blancos, mientras me chupaba los dedos comiendo todo su jugo con mucha desesperación. Lo dejo después de darle un beso profundo, saboreando yo su saliva y su precum, y bajo rápidamente a besarle su ano que estaba rojo y turgente. Le pido que se relaje y me entregue todo lo que acabo de meterle en su recto. Poco a poco, mientras juego con mi lengua comienza a aparecer mi semen, que sale a borbotones desde su ano. Lo recibo en mi boca, y subo a su cara, abriendo su boca suavemente y dejando caer mi semen en su lengua. Mientras el disfruta de esta entrega le masturbo su pene que está muy lubricado. Justo antes de correrse, meto su pene en mi boca, recibo una abundante cantidad de leche, y acto seguido lo abrazo con las piernas y los brazos dándole un beso enorme donde entre nuestras lenguas baila su semen. Fue un beso largo, saboreado, caliente y pegajoso. Nuestras barbas chorrean saliva y semen. Mezclas de olores que aun mantengo en mi memoria cachonda.
Dejé que apoyara su cabeza en mi panza mientras le acariciaba los vellos de su pecho. Le dije que había sido la persona que más calentura me ha despertado, así que esto merece un premio. Después de descansar, como postre, le pedí que me penetrara él, prometiéndole la guinda de la torta, como nunca ha probado jamás…
Continuara…
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