No sabía que el pasado me tendría desconcertado la noche del 17 de septiembre entre unos árboles a un costado de los baños y en medio de la oscuridad. ¿Qué otros secretos se podrían esconder en el Trapiche en Fiestas Patrias?
Puede sonar un poco intenso el comienzo, pero necesitan saber porqué hablo del pasado cuando no se debería ni asomar en nuestro presente, si no es solamente en un recuerdo. Solo que, hay ciertos momentos en que sabes que puede haber una alta probabilidad de reencontrarte con alguien que conversabas por “MSN” en aquellos años en donde las tribus urbanas se apoderaban de los parques y discotecas diurnas. Alguien con el que compartiste tus más íntimos secretos, que te ayudó a salir de muchos problemas, te hacía reír hasta llorar y compartíamos hasta muy tarde en la madrugada. Alguien que logró provocar un sentimiento muy fuerte hacia él. Quizá qué hubiese sucedido si alguna vez, en aquellos años, hubiésemos logrado juntarnos por un solo día. Y de un día para otro, él dejó de hablar. Todo lo que vivimos fue por detrás de una pantalla.
Con mi grupo de amigas estuvimos planeando la fiesta que todo chileno espera: las Fiestas Patrias. Fueron muchas las opciones de fondas, pero solo una de ellas nos tentó para saciar la sed de terremoto. Una de mis amigas vivía en Peñaflor y sabía lo bueno que se pudiese pasar allá en el Trapiche. Nos fuimos temprano porque queríamos disfrutar el día completo, ya que las micros que nos llevaban hasta allá no duraban más allá de las 0:00hrs. Nos bajamos a un par de cuadras del recinto y caminamos por la alta demanda que tenía la fonda. Pasamos la entrada con las gargantas secas, dispuestos a complacernos hasta decir; ¡Basta! Comenzamos con el primer vaso. Un salud grupal y directo a la garganta el pipeño con helado de piña y un toque de granadina para darle un mejor sabor. La gente disfrutaba en familia comiendo asados, empanadas, anticuchos y una gran variedad de comidas que lo acompañaban con música folclórica en vivo sobre el escenario principal ubicado en el centro del parque. El ambiente vibraba altísimo, todo el mundo gozaba a su manera y otros ya estaban al borde de no acordarse de nada. Sin ningún silencio incómodo, una de mis amigas comenzó a contar una curiosa anécdota que vivió en esta misma fecha. Así fue como cada una habló sobre una experiencia vivida en las fiestas. Nuestros terremotos se acabaron y con la Ale decidimos ir por otra ronda. Todo bien mientras hacíamos la fila para pagar. Observaba a mi alrededor, escuchando las historias de la gente y sonriendo con mi soledad. La Ale escribía por su celular y tomaba fotos a todo lo que teníamos en frente. Eso me llevó a mirar a un grupo de chicos que conversaban en círculo a un par de metros de nosotros. Reían a carcajadas y cada uno hablaba más fuerte que el otro. Dos de ellos se fueron del círculo, dejando a la vista a un par de chicos, pero cuando miré a uno con lujo y detalle, mi sangre se enfrió automáticamente y por un segundo sentí que me desvanecía sobre los brazos de mi amiga. Mi corazón se aceleró más fuerte que un motor, junto con mi respiración. Mi amiga se dio cuenta sobre mi cambio y guardó su teléfono.
—Oye, ¿estás bien? — me preguntó la Ale.
—Sí, estoy perfecto.
—Es que pareces haber visto a un fantasma.
—Quizá algo similar.
Nos entregaron nuestros vasos y regresamos al lugar en donde estábamos. No estaba seguro a quien había visto. Ese rostro sonriendo y ese cabello de erizo que lo hacía especial. En ningún momento se me cruzó por la cabeza, en todos esos años, pensar en aquel chico que se esfumó sin ningún aviso previo. Tampoco recordaba que él vivía en el mismo sector. Todo lo que vivimos vía internet regresó a mi cabeza de un solo golpe, pero aún así, no estaba seguro de que si fue a él a quien vi en ese entonces. Curioso fue cuando cruzamos por el lado de ellos, él logró un sutil contacto visual conmigo y su rostro también cambió, pero quité la mirada antes de que sucediera algo más incómodo. Simplemente quise olvidar ese momento.
Llegó la noche y ya habíamos recorrido todo el parque. Estábamos a la espera de los grupos de cumbias que se presentaban como plato principal del día. El lugar triplicó su multitud desde que llegamos, frente al escenario ya no se podía cruzar y la gente reía con el humorista previo al show principal. Todo el mundo estaba contento a su manera y nosotros ebrios, pero consientes. No sé si fue el efecto del alcohol o fue real que lo volví a ver a él, el chico de la internet, entre la gente y con la mirada fija en mí. Me hice el desconocido y que no vi a nadie. La única manera de saber si estaba alucinando, era moviéndome del lugar.
—Chicas, voy al baño y regreso.
—¿Puedes ir solo?
—No estoy tan ebrio, regreso en unos minutos. ¿Alguien quiere que traiga algo?
Todas negaron exhaustas de la comida y de los terremotos. Me crucé entre la gente alargando el camino en dirección a las cabinas de baño. Las luces descendían su intensidad mientras más me alejaba. Los baños se encontraban a un par de metros detrás del escenario y cada vez que me acercaba, me daba cuenta de lo larga que estaba la fila para usarlos. Sinceramente no quería hacer aquella fila y ya tenía altas ganas de orinar. Así que, decidí ir hacia los árboles que yacían más al fondo y en plena oscuridad. No sé si llamarlo intuición o lo que sea que haya sucedido, pero uno sabe cuando se siente observado y más aún, cuando alguien te está siguiendo. Decidí ignorar ese escalofrío y pensar que era alguien que solamente también quería orinar, pero toda teoría se calló de inmediato cuando escucho sutilmente decir mi nombre en tono de pregunta. A lo que inmediatamente quise salirme de mis dudas y decir el nombre de aquel chico con el mismo tono que él usó.
—¡No te lo puedo creer! — fue su respuesta y eso confirmaba todo.
Nos dimos un fuerte abrazo apretadísimo y unas caricias en nuestras espaldas. Descontroladamente mi cuerpo sintió una leve excitación al sentir el suyo toparse con el mío. El reencuentro fue muy explosivo y el abrazo fue más largo de lo común.
—En donde nos venimos a encontrar.
No quería parecer un ansioso y demostrarme vulnerable ante nuestro primer encuentro. No debía saber que ya lo había visto y tenía que demostrarme alguien más interesante.
—¿Tú qué haces aquí?
—¿No te acuerdas de que vivo aquí?
—¡Cierto!
Reímos un rato y su mirada cambió cuando decidió mirar sus pies. Lubricó sus labios y suspiró.
—Creo que debo darte una explicación.
—No me debes nada. Simplemente así sucedieron las cosas.
—Enserio, pienso que debes escucharla.
—Por ahora no — tomé su mano — Estamos en otro ambiente, estoy medio ebrio y pienso que, aprovechando este encuentro, debemos vernos uno de estos días y conversar las cosas, ¿te parece?
Lo pensó por un momento, tragó saliva y suspiró.
—Está bien.
Presionó mi mano y con su pulgar me acariciaba demostrando que hay algo diminuto todavía activo dentro de él. Cualquier otra persona se hubiera ido inmediatamente, pero él se quedó conmigo.
—¿Viniste a orinar? — cambió de tema.
—Sí, no iba a hacer la fila para los baños.
—Yo tampoco. Ven, vamos más al fondo para que hagamos tranquilos.
Él es de aquí, conoce el lugar. Avanzamos un par de metros, cruzando los árboles y escuchando a los grillos por la baja auditiva que llegaba a ese sector. Nos colocamos detrás de un árbol más ancho que los demás y se desabrochó el pantalón. Se bajó el calzoncillo y sacó su bulto sin tabúes, ni vergüenzas. El cuerpo grueso de su pene sobrepasaba sus testículos. Tomó el prepucio y dejó a la vista su brilloso glande. Cerró los ojos y dejó que la orina fluyera por si sola. Hice lo mismo con la excitación un poco controlada, pero no prometía nada. Mi corazón se aceleró aún más desde que lo vi esperando los terremotos. Saqué mi pene y él empezó a orinar con un suspiro más complacido. Abrió los ojos y sonrió al verme un tanto erecto.
—Andamos duro, ¿eh? — insinuó a mi bulto.
—Es difícil en ciertos momentos.
—Sí, es difícil.
Su pecho empezó a agitarse y su respiración la exhalaba desde su boca. Lubricó sus labios y firmemente agarró mi pene mientras también orinaba. Con suavidad arrastraba mi glande hacia atrás y adelante… hacia atrás y hacia adelante. Repetitivamente hasta lograr que me excitara por completo y no lograra contener mi respiración por la nariz. Ya tenía sujetado mi pene con toda su mano, mientras que él también se masturbaba mientras seguía orinando. También tomé su pene y comencé a masturbarlo, logrando un sutil y complaciente orgasmo en él. Mojaba sus dedos con saliva y me acariciaba el glande de manera circular. Seguía masturbándome con un toque de descontrol y dos de sus dedos se mantenían en mi glande aumentando la excitación. No contuve la euforia en mi cuerpo así que, me saqué la chaqueta y aun con la última orina que él estaba descargando, lo empujé contra el árbol y se la comencé a chupar mientras seguía orinando. No me molestó que me haya orinado la polera, por esa razón me quité el polerón. Estaba demasiado rico el ambiente como para esperar a que terminara de orinar. Desde que se sacó el bulto se lo quería chupar y sinceramente teniendo la oportunidad ahí mismo, no iba a esperar un par de años más. Sujetaba de mi pelo y me empujaba hasta el fondo de mi garganta, oliendo sus vellos al toparse con mi nariz. Exquisito aroma corporal de un hombre sudado. Estuve arrodillado un buen rato lubricando con toda mi saliva su sabroso y salado bulto. Quité el pene de mi boca y lo miré con un rostro de querer algo más. Con mis ojos señalé hacia atrás. Él entendió el mensaje, sonrió y asintió.
—Siéntate sobre el tronco — lo hice a un lado y desde el interior de mi polerón le pasé un condón, mientras me quitaba los pantalones y lubricaba mi culo.
Se colocó el condón y lo lubriqué con saliva. Me senté sobre él y gentilmente tuvo paciencia con la penetración. Sentir como mi interior se expandía cada vez que él más entraba, era un placer totalmente deseado desde hace bastante tiempo. No podía gemir muy fuerte, nadie podía saber lo que estábamos haciendo. Bajé lentamente hasta llegar al tope y lo dejé adentro un par de segundos mientras que él lo movía haciendo presión en su bulto. Empecé con movimientos sutiles con todo su tronco dentro de mí, para luego empezar a subir y bajar con una intensidad que aumentaba cada vez que pasaban los segundos. Intentaba que mi culo no sonara al chocar con él, pero era demasiada la excitación que, lo único que quería era seguir devorándomelo toda la noche y hacerlo acabar más de una vez. De reojo me di cuenta de que había un par de sujetos observando detrás de un árbol, masturbándose con nuestro acto. Sinceramente no me molestó, al contrario, más me calentó. Así fue como me sujetó de la cintura, aun estando sentado, y empezó a darme más duro de lo que yo le estaba dando a él teniendo el control. Esa noche fui completamente de él y me tenía extremadamente caliente reventándome el culo. No puedo describirlo en otras palabras. Yo estaba a punto de venirme, cuando él también me da el aviso.
—Ándate en mi cara — le digo aguantando mi eyaculación.
—Ya — lubricó sus labios.
Me salí sacando el condón y él se colocó de pie apoyado en el árbol. Tener su gran pene sobre mi cara con la boca abierta mientras se masturbaba…
Así era como quería pasar esas Fiestas Patrias, solo que, nunca lo planeé así. Simplemente sucedió lo que tenía que suceder hace bastante tiempo, pero el destino optó por un encuentro más maduro y con otra mentalidad. Quizá en esos años nos llevábamos bien por la internet, pero la vida real es otra cosa.
¿Qué excusa iba a decirle a mis amigas de todo el tiempo que estuve lejos de ellas? Llevaba la polera sujetada al cinturón y las rodillas del pantalón manchadas con barro. Era muy notorio, pero no me arrepentía de nuestro encuentro. La vergüenza quedó en el pasado y no temo a demostrar lo que me llena por dentro. Jamás esperé que fuese así ese inesperado reencuentro. La ley de atracción hizo lo suyo. No quería pensar más allá del asunto y embobarme con alguien que apareció de la nada, pero en su momento fue un todo.
Alto… Esperen… Acabo de recibir un mensaje… Adivinen de quién es…
Felices Fiestas Patrias.
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