Me gustaría saber qué pensaba cada personaje que se encontraba dentro de la casona aquella noche. Escuchar sus risas y a lo lejos unos gemidos me secaban la garganta por la sed que me provocaban. Mientras bebía mi segundo trago a las rocas de un rico Ballantines observaba mi alrededor, aunque por la ansiedad la mayoría del tiempo que estuve en la barra solo le di vueltas a los hielos. No estaba acostumbrado al whiskey y solamente quería algo fuerte para reaccionar. Por la pantalla que colgaba en la esquina de la pared mostraban un video de un fisting a dos manos. Por más extremo que uno piense que sea, ver como ese culo chorreaba lubricante con una viscosidad tentadora y la excitación del hombre que sentía al estar frotando ambos brazos, me producía unas desesperantes ganas de probar un culo así de mojado con mis manos.
—¿Cómo va la noche? —preguntó el barman, vestido solamente con un jockstraps de cuero mientras bebía otro trago a las rocas.
—Un poco loca —apreté el vaso de lo nervioso que me puso.
—Pero ¿te sientes cómodo? Te noto un poco distraído.
—Todavía sigo ansioso y es raro porque he follado muy rico, pero siento que tengo ganas de algo más.
—¿Algo como qué? —a mi lado se sentó el chico con el que compartí la follada. Había ido al baño.
No sabía si él estaba dispuesto a escuchar mi deseo o qué gustos tendremos similares, pero tampoco quise atraparme en su respuesta, así que me concentré en mi placer.
—Estaba viendo la tele y me gustaría probar un culo con mis manos.
—¿Fistear? —las pupilas del chico crecieron igual a una onda expansiva.
Su rostro un tanto sorprendido me puso nervioso y pensando en que fue la peor respuesta que pude haber dado, pero cuando sonrió y mordió sus labios todo pensamiento negativo se fue de mi ser. Mi cuerpo comenzó a subir la temperatura desde mi pelvis hasta el cuello y se desvaneció con un suspiro deseoso.
—Sí —respondí levantando una ceja.
—No es casualidad que te haya conocido —apoyó su mano sobre mi pierna manteniendo su sonrisa.
Pidió un último trago y se lo bebió tan rápido como el entusiasmo que me entró por su reacción a mi respuesta. Tomó mi mano y se despidió del barman con un sutil guiño. Pasamos frente a la habitación con temática de gimnasio y a un salón con urinarios y duchas para morbosear rico con la orina. Se detuvo frente a una puerta roja y la empujó dulcemente con fervor, casi como si estuviese entrando a un templo religioso. Aunque en la habitación también se podía venerar de una manera muy peculiar. Completamente roja y con una pared alfombrada en terciopelo, ingresábamos a una sala BDSM completamente aislada de las otras habitaciones. Son muy pocos los atrevidos que acceden a someterse a tal grado de violencia, pero aun así no deja de ser excitante que reemplacen el dolor por placer.
—¿Sabes? Mejor no estaremos aquí. Iremos al patio —el chico cambió de parecer a último momento.
—Pero ¿qué quieres hacer? —sabía la respuesta, solo quería seguir pareciendo interesante.
—¿No querías probar el fisting? Mejor que todos vean como me lo haces.
Bingo.
Tomó mi mano y regresamos por el pasillo hasta salir por un ventanal abierto junto a un sling colgante usado por un chico al que le estaban dando durísimo mientras mamaba cuatro penes de distintos tamaños y tonos de piel. Los cuatro chicos se besaban entre ellos y se lamían los pezones velludos y axilas sudadas. Apoyados en las paredes se masturbaban los voyeristas mientras que otros se arrodillaban frente a ellos para succionar sus glandes humedecidos por su preseminal goteante al roce del prepucio. Imposible no quedar duro después de ver todos esos cuerpos pegados y excitados bajo las luces rojas que mejoraban la imagen en movimiento. Deseaba tanto unirme a ellos y que me toquen por todas partes, que sus lenguas pasen por mi abdomen y chupen mi entrepierna hasta ahogarse en lágrimas. Mi cuerpo exigía sentirse acorralado por aquellas testosteronas. No quería defraudar a nadie, pero tampoco quería defraudarme a mí por no hacer lo que yo quería probar, y si eso implica cambiar de parecer al minuto después, prefiero arriesgarlo todo por mi diversión agitada.
—Ve allá si quieres. Tenemos toda la noche para compartir —el chico me da un sutil empujón motivador para que me acerque a la marea de cuerpos sudados. El notó mi entusiasmo.
—Gracias —le di un rico beso y me acerqué al grupo.
Un chico que llevaba antifaz me estaba observando desde que salí al patio y en ningún momento quitó su mirada en mí. Cuando se dio cuenta que me acerqué hacia su dirección, sonrió y me estiró su mano dándome mucha confianza.
—Pensé que no vendrías —me habló al oído el misterioso chico.
—¿Nos conocemos?
—Hablamos por Twitter. Por ti me enteré de esta fiesta.
—Lo siento, tengo la cabeza por todos lados.
—¿Y esta cabecita? —con su mano me presionó el pene—, ¿en dónde está? —imposible no excitarme inmediatamente con tal lujuriosa provocación.
Con una delicadeza, pero con la presión intacta, comenzó a masturbarme e inmediatamente mis fluidos comenzaron a gotear. Sus besos de labios gruesos me erizaban desde el cuello hasta mis tobillos. Se apoyó en la pared y descendió a chuparme el pico con una desesperación tan rica que no pude ocultar mis gemidos. Miraba el techo con la cálida suavidad de su boca humedeciéndome más de lo que ya estaba. Intrigante encuentro con un desconocido que jamás había visto, pero él si a mí. Levantó mi pierna y su lengua me envolvía los testículos, solo que llegó a tocarme la zona perianal y eso es un peligro para mi excitación, pues se enciende un descontrol que ni yo logro reconocer. Solamente me dejo llevar hasta enloquecer. Igual pensaba que si él se enteró de la fiesta por mis publicaciones, debió hablarme para poder haber venido con alguien, más aún cuando publiqué que no quería venir solo. Bueno, en fin, ya estaba ahí dejándome llevar por sus flujos salivales que me enfriaban el periné con el soplar de su aliento y respiración acelerada.
Se puso de pie y aprovechando que otros chicos se movieron del lugar, me empujó sobre una silla de cuero y escupió su mano cubriendo su erecto pene con la saliva.
—¿Podemos usar forro? —pregunté entre medio de la excitación.
—Lo que usted quiera.
Sonrió sin problemas y fue a sacar un condón y un lubricante dentro de una pequeña pecera sobre una mesa que se encontraba en cada habitación del lugar. Presionó la punta del látex, lo colocó sobre mi glande y lo arrastró hasta el tope velludo, terminando con una masturbación intensa para aumentar mi dureza del tronco. Volvió a lubricarme y comenzó a penetrarse tomando el control del acto. Bajó rápidamente hasta el fondo, provocando una exquisita sensación en mi entrepierna al tener el contacto con su ano chorreando el lubricante. Se mantuvo unos segundos y comenzó con un movimiento pélvico que me hacía sentir toda su textura interior con sensaciones inexplicables en ese momento. Él tenía el control y yo solamente me dejé llevar por su enérgica calentura.
—Esperé mucho tiempo por tenerte dentro de mí —el chico me susurró al oído.
No supe que decirle con respecto a lo que me dijo.
—Me tení loco con tu movimiento. No pares.
—Te toca a ti tener el control.
Lo tomé de sus piernas y lo apoyé sobre la silla. Eché un escupo y sin esperar más lo follé más duro de lo que quería. Las gotas de transpiración caían sobre su pecho. Sacaba su lengua esperando que le entregara un escupo y así es como se lo di. Le escupí en su cara y lo gozaba como si tuviese una inmensa sed en su interior. Me sujetaba de la silla para reventarle el sabroso culo aguantador que tenía. Me tenía descontrolado, sin límites, sin poder detenerme. Quería entrar más y hacerlo mío por esa noche. No me di cuenta, pero estábamos rodeados por otros chicos masturbándose y al borde de explotar leche sobre nosotros. Al estar consciente de lo que me rodeaba, me provocó más calentura y las sensaciones de eyacular comenzaron a asomarse. Saqué mi pico de su culo, me quité el condón y él se arrodilló con la boca abierta a la espera de mi explosión láctea. Empecé a gemir con mucha exageración y empecé a botar todo mi semen en su cara, chorro por chorro caía también sobre la silla. Por mi parte, no aguanté la calentura por los que nos rodeaban y me arrodillé junto al chico a esperar toda la leche que nos estaban preparando. De a uno comenzaron a expulsar el viscoso fluido sobre nosotros, sintiendo su salado sabor y otros dulces como la piña.
Jamás pensé que estaría sintiendo una libertad tan exquisita sin prejuicios, ni tabúes. Todos estábamos a cuero natural y estar dentro de un entorno en donde todos estamos en la misma sintonía, es algo que no se debe explicar porque cada cual individuo lo vive de manera distinta y esa experiencia se vuelve única en tu vida. Es curioso que ha pasado un tiempo desde que fui a aquella orgía y siento que fue el fin de semana pasado. ¿Repetiría la experiencia? Por supuesto y se han repetido un par de veces. Hasta llegar al punto de organizar mi propia junta de cuero natural. Jamás hay que perder la oportunidad cuando tú tienes el interés. No tienes que esperar que otro acceda a tú idea. Simplemente lánzate a la única experiencia que nunca vas a olvidar. Atrévete a las sensaciones y ábrete al espectro de la sexualidad que no tiene un fin que mostrar. Solo serán nuevos comienzos.
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