Llevaba semanas hablando con él por la aplicación amarilla, nunca quiso darme sus redes sociales ni nada que mostrara su rostro. Me tenía babeando el chico, pero… en la víspera de navidad todo tuvo sentido.
Llegó diciembre y todo lo oscuro que dejó Halloween se va de un día para otro como si nunca hubiese existido. Lo naranjo se convierte en rojo, lo negro se transforma en verde, las calabazas se cambian por esferas con brillos y las telarañas son ramas de pinos cubiertas por nieve falsa, al menos en Latinoamérica. Para muchos es una fecha familiar en donde se demuestran el amor a base de regalos, comidas y tradiciones que solo seguimos porque es algo que ya vive en nosotros, pero para otros son fechas que solo traen recuerdos angustiantes que nos hacen llorar. Les cuento esto porque no supe qué hacer cuando llegó la cena familiar. Con mi familia somos medios raros, ninguno tiene una opinión de apoyo con el otro, siempre debatimos con argumentos que terminan en discusiones, pero al final de cada batalla, y no sé como lo logramos, terminábamos riendo como si nada hubiese pasado. Creo que la risa de mi padre era la que rompía la tensión. Todo cambió cuando falleció y dejó atrás el recuerdo de lo que fue un excelente padre, agradecido siempre de su presencia y de enseñarme de todo un poco. Mi madre siempre fue positiva ante cualquier situación y la pérdida de mi padre no fue la excepción. Siguió manteniendo su sonrisa que iluminaba toda la casa. Con mi hermana eran uña y mugre, siempre juntas para todos lados. Eso también las mantuvo activas y con mucha energía. Yo jamás quise interponerme en su conexión, era única… Bueno, ahora es momento de que me conozcan.
Un mes antes de navidad decidí descargar la aplicación amarilla porque quería huebiar rico por un rato y la calentura muchas veces gana. Podríamos decir que con mi familia era un poco distante en temas personales, a mi hermana le contaba pocas cosas, pero lo demás me lo dejaba para mí. Continuando, comencé a chatear con varios chicos a la vez. Me llegaron muchas fotos de penes, culos, invitaciones a tríos y a solitarios ardientes iguales que yo. La presión en el estómago de no saber a donde ir me tenía atrapado en las paredes de la habitación. Iba a aceptar la invitación de un chico que estaba a dos cuadras del departamento, pero antes de enviar el mensaje me llegó un saludo de un tal: ElAmigoSecreto2024. Se encontraba a 2 kilómetros.
—Hola, ¿cómo estás?
Me pareció muy atractivo el cuello de su foto cortada, tenía un pequeño tatuaje de una llama de fuego azul bajo la oreja. Igual puede ser cualquier foto sacada de internet, pero tenía la intuición de que no era la ocasión.
—Hola, muy bien, gracias. Acostado en la habitación y viendo si sale algo. —Le respondí muy directo.
Se demoró un minuto en contestar.
—Que bien. Yo conversando. Conociendo.
—¿Por qué no te gustaría juntarte?
—Soy reservado.
—Ah… Está bien, ¿de dónde eres?
Comenzamos una pequeña conversación muy acogedora, tranquila y sin intenciones de tener un sexo desenfrenado. Mi calentura comenzó a calmarse y las demás conversaciones las empecé a ignorar. Sin darme cuenta hablamos 3 horas. El tiempo, al igual que su realidad, no existió en ese momento. Me fui a dormir como una colegiala de primero medio gritando de emoción. A veces no es necesario preguntar cosas más calientes para que alguien nos provoque una rica excitación. La sencillez puede provocar altas temperaturas. En fin, pasó una semana después para volver a hablar con él y eso me provocó ansiedad. Quería saber cómo estaba y después de enviarle varios mensajes sin respuestas, recibí una.
—Hola, ¿cómo estás? No te respondí porque tuve que desinstalar la app.
Altiro pensé en que tenía pareja y estaba a escondidas conociendo chicos nuevos, por esa misma razón nunca envió una foto suya. Quizá hasta todo lo que me dijo fue falso. Por más que en ciertas ocasiones sea morbosa la situación, por mi parte no quería tener problemas ya que la foto de mi cara estaba a la vista y tampoco la iba a sacar por alguien que no sabe lo que quiere.
—No te preocupes. Cosas que pasan.
—Quería compensarlo.
Al fin me va a mandar una foto de su cara, me dije. Lo que me llegó, quizá no era lo que esperaba, pero agradecido siempre de estas bendiciones que nos tocará probar alguna vez. Su rico pene erecto, venoso al igual que su brazo y con la cabeza brillando con la luz que entraba por una ventana. Lo tenía sujetando con fuerzas, ahorcándolo y dejando que se hinchara. Por la mierda, quería masturbarme mirando la única foto que me había enviado. No sé cómo alguien sin saber quien es, te tenga así de caliente. No quería olvidar su secreto, solamente lo ignoré por unos minutos.
—No sabes lo caliente que me pusiste al enviarme esa foto.
—Un día de estos lo vas a probar. Te lo aseguro.
—Espero que no sean solo palabras. —Obviamente la dramática tiene que salir a la luz.
—Palabras es lo que menos habrá cuando nos veamos.
Esa última frase me dejó en el aire y cayendo desde la ventana del piso 18. No por excitación, sino por ser siempre así de misterioso para sus frases y dejarme con dudas existenciales que mantienen mi insomnio vivo. ¿Quién será? Maldita sea, ¿quién será?
A la siguiente semana decidí contarle a mi hermana lo que estaba pasando porque ya no podía tomar una decisión por cuenta propia y necesitaba la opinión de alguien más. Ella era la correcta, pensé. Quise contarle con detalle la situación y lo único que me pudo decir es:
—Aléjate de ahí. Conocer a alguien a medias y que te regale una foto de su pene, yo creo, que no es manera de acercarse a una persona. Para ti puede ser rico, pero viéndolo por el lado sentimental, no creo que sea ahí. Y te conozco, sé como eres cuando sales con alguien. No quiero verte como la última vez.
—Lo sé. Solamente necesitaba escuchar otras palabras y que no sea solo la mía.
—Te quiero, estúpido.
—Y yo a ti, perra. —Reímos.
—¿A qué hora llegarás para navidad? —Preguntó.
—No lo sé, pensaba como a las 21 horas.
—Ya, porque estará la pareja de mi mamá y le ayudes a hacer unas cosas. Yo llegaré más tarde. Llevaré una sorpresa.
—¿Tú sabes lo grave que es decirle eso a una persona con ansiedad?
—Soporta.
—Ya, cállate. Nos vemos.
—Nos vemos, hermanito.
Esa llamada me dejó más tranquilo. Era lo que necesitaba escuchar. Pasaron un par de minutos cuando recibí una notificación de la aplicación. Era él.
—Hola… ¿Estás?
Por más que quería responderle y decirle que si estaba, decidí ignorarlo y no darle en el gusto. No me sentía bien para conversar con él.
Llegó la víspera de navidad y mis ánimos habían subido después de desinstalar la app. No podía creer lo intenso que fui solo por conversar dos veces con alguien. Me reía solo y decidí pasarla bien esa noche. Mi madre me abrió la puerta con esa sonrisa que jamás quitó. Siempre bien arreglada, perfumada y preocupada de que no se notaran sus años. La dejaba ser feliz. Jamás critiqué sus decisiones. Muy contenta me llevó a la cocina en donde se encontraba Arturo, su pareja. Estaba pelando unas papas cocidas, así que me saludó con su codo. Era atractivo y me gustaba como pareja para mi madre, se le veía contenta y eso me ponía contento a mí.
—Helena me dijo que llegaba más tarde y que traía una sorpresa.
—¡Ay no! Que no me venga a cambiar los planes esa niña. —Mi madre agarró su teléfono y le marcó. Se fue al comedor por más privacidad.
—¿Cómo te ha ido? —Arturo se quemaba los dedos sacando la cáscara flácida.
—Bien, disfrutando las vacaciones, ¿te ayudo en algo?
—Sí, podrías exprimir los limones para las margaritas y el sour de tu madre.
—Típico.
—Un clásico. —Reímos.
Pasaron los minutos y mi madre regresó a la cocina.
—Ya, me costó, pero le saqué la información. Es fácil de convencer a mi hija.
—¿Y qué era? —Pregunté.
—Quiere presentarnos a su pololo. Van a llegar en media hora más.
Me alegré mucho por ella cuando supe la noticia. Me apuré exprimiendo limones. Mi mamá decoraba la mesa y ordenaba el árbol con los regalos. Arturo era bueno para conversar, siempre tenía historias y era bueno para bromear. El timbre sonó y mi madre con un grito de felicidad los recibió. Helena traía un vestido negro con transparencias y unos tacones maravillosos de plataforma alta y adornado con diamantes negros. Su pareja andaba igual de elegante con un esmoquin negro y con diseños tribales de gamuza que sobresalían. Guapo, con una encantadora sonrisa y muy simpático a primera vista.
—Él es mi hermano. —Nos presentó.
Tragué saliva y estiré mi mano.
—Un gusto en conocerte. —Sonreí muy educado.
—¿Así que tú eres el famoso Ricky? Al fin te conozco —me empujó hacia él y me dio un abrazo—, y el gusto es mío.
Quedé con la vista hacia mi hermana y sin decir una palabra en voz alta le pregunté.
—¿Qué le dijiste? —Espero que haya podido leer mis labios porque solamente se largó a reír.
—Le mostré los videos que hacías. —Si me entendió.
—Y son geniales. Me reí demasiado. — Sus halagos cada vez me cohibían un poco más.
—No debiste. Enserio, no debiste. —Me puse pálido porque llevo años tratando de borrar esos videos de Youtube y no recuerdo la clave.
Nos sentamos a cenar y brindamos por la unión que generan estas fechas. Fue lindo volver a sentir esa conexión familiar entre muchas personas. Cuando naces vez que la mesa en ciertas fechas está llena de gente compartiendo, bailando, brindando con ponche y esperando las doce para abrir los regalos… pero con el tiempo vez que la mesa va sobrando espacio. Hay menos platos, menos ponche y menos comida. No faltaron que cayeran sus lágrimas al escuchar hablar a mi mamá de lo orgullosa que estaba de nosotros. Comimos un rico pollo asado con ensalada, papas doradas y un rico helado de tres leches como postre. Mi hermana estaba sentada en una esquina y su pololo frente a mí. Los observaba con tanto aprecio y felicidad mientras reían, pero cuando bebí un sorbo de mi margarita me fijé en un pequeño detalle… Algo que no logré entender a primera vista y solamente pensé que estaba alucinando, pero cuando tuve la oportunidad de observar nuevamente sin quitarme el margarita de la cara, fue ahí cuando mi corazón se detuvo y me atoré con el trago.
—¡Pero, hijo! —Mi madre gritó desde la otra esquina de la mesa.
Arturo golpeó mi espalda hasta recuperarme.
—Lo siento… me… —tos— atoré con un hielo… —Otra tos.
Me levanté al baño a toser más fuerte y a lavarme la cara. Necesitaba entender lo que estaba pasando y analizar bien lo que acababa de ver. Bajo la oreja del pololo de mi hermana había una llama de fuego azul tatuada. No quería pensar nada de lo que podía ser, pero era inevitable no escuchar a las voces de mi mente decir: Es él. Toc-toc. Tocan la puerta. La abrí secándome las lágrimas por la tosida y quedé helado cuando estaba él parado frente al baño.
—Tu hermana me mandó a preguntar si estabas bien. —Tenía sus brazos cruzados, la cabeza un poquito inclinada y sonriendo en todo momento.
—Si, ya pasó lo peor.
—Que bueno saber que estás bien —se acercó y se apoyó en el marco de la puerta—, porque por un momento también me preocupé.
—¿Y eso?
—Nada —quiso decir algo, pero se arrepintió rascándose el mentón—. Repito lo que dije hace un rato. Que bueno que al fin te conozco.
Fue un lapso de tres segundos mirándonos fijamente a los ojos.
—¡Chicos, vamos a abrir los regalos! —Gritó mi hermana desde el comedor.
—Con permiso. —Le pedí con el corazón en mis manos.
Regresé a la mesa sin querer mirar hacia atrás y me senté en una mesa vacía. Todos estaban en los sillones frente al árbol. Esperamos al pololo y mi madre comenzó a repartir los regalos con bellas palabras entre medio. Cada uno repartió los regalos de su parte y los comenzamos a abrir. La verdad, no me importa si recibo muchos regalos o que no me llegue ninguno. La felicidad que siento en estos momentos es el mejor regalo que me puedo entregar, pero siempre agradecido de todo lo que me llega. Mi hermana sabía que estaba juntando para mi primera Nintendo, pero decidió regalarme una junto con el Mario Kart porque quería que ese dinero lo ocupara para algo mejor.
—No era necesario. —La abracé fuerte.
—Es lo que querías.
—Gracias. Te quiero.
—Y yo a ti. El Nico también tiene una.
—¡Sí! Y la traje para que probemos la tuya.
Tragué saliva, pero decidí olvidar lo que pasó y accedí. Pero fue después que conectamos las consolas. Nos terminamos las margaritas y mi madre con Arturo se fueron a dormir. Helena se quedó con nosotros mientras elegíamos a los jugadores para la carrera.
—Me duele la cabeza. —Masajeaba su frente.
—Toma agüita. —Le respondió el pololo.
—Prefiero una pastilla para dormir. Me voy. No se duerman tan tarde.
—Unas carreras y ya —el pololo lubricó sus labios—. Iré por las cervezas, ¿quieres una? —Me preguntó.
—Está bien. —Ya estaba mareado, pero quería compartir.
—Nos vemos mañana. —Mi hermana se despidió.
Desde la cocina sonaban las botellas frías saliendo del congelador y con una sonrisa regresó a sentarse a un lado del sillón.
—¡Salud! —chocamos las botellas—. Por tu nueva consola.
Comenzamos a jugar y todo fue super bien en las primeras pistas. En algunas gané y en otras perdí. Muy loco todo como ha avanzado desde el primer juego pixelado hasta los último ya más realistas con detalles que ni te imaginas. ¿Qué será lo que llegue mañana? ¿Cómo es que la tecnología avanza tan rápido? ¿Será la inteligencia artificial? Todos esos temas conversábamos mientras jugábamos y abríamos botella tras botella. Muchas veces detuvimos el juego porque no aguantábamos la orina. Fue un buen cierre navideño, pensaba.
Los sillones se volvieron incómodos y nos sentamos en el suelo. Algo idiota porque era más duro, pero estábamos ebrios y lo sentíamos cómodo. Cuando la pista del juego era elegida aleatoriamente, sus manos comenzaron a sudar porque comenzó a limpiarse en su pantalón y sus dedos rozaban los míos sujetando el joy-con. Noté algo extraño, así que preferí distraerlo.
—¿Cuánto llevan con la Helena? —La pista fue elegida.
—Pololeando hace un mes. Saliendo hace un año.
—Y jamás habló de ti en todo este tiempo.
—Es reservada, eso me dijo.
—Sí, pero, yo le cuento todo. Maldita zorra, mañana la voy a palabrear.
Nico sacó una risa que le costó detener.
—Me da risa que se traten así. Cada vez que llamabas era imposible no reírme.
—¿Escuchaste todas las conversaciones?
—La gran mayoría, pero tranqui. No me meto en sus temas.
—Está bien.
—O hasta que algo me llame la atención.
Su comentario me distrajo y el auto elegido explotó a la partida porque lo mantuve 3 segundos presionando el acelerador. Él volvió a reír y avanzó hasta el primer puesto. Me concentré en alcanzarlo y tirarle caparazones verdes.
—¡Pa’ qué po’! —Me dio un golpecito con su codo.
—¿Y qué cosa te llamó la atención?
—No lo sé. ¿Estás seguro de que quieres saber? —Quería intimidarlo, pero al final él lo estuvo haciendo en todo momento.
De reojo miraba su tatuaje y me vibraban los muslos. No podía dejar de pensar en la posibilidad de que fuese el chico con el que chateaba o también podía no serlo.
—Puede ser, pero ¿qué tanto me va a afectar? —curioso.
—Yo creo que nada. Es más, pienso que nos va a beneficiar —No sé qué jugada estaba haciendo, pero me estaba gustando.
—Negociemos.
—¡Esa! ¡Gané! —levantó sus brazos celebrando y cuando los bajó se quedó mirándome a los ojos—. No tenemos nada que negociar —miró mis labios—, solamente tenemos que fluir.
Él sabía que tenía todas las ganas de besarlo desde que nos encontramos en el baño. Su dedo empezó a acercarse a mi mano y sutilmente lo acariciaba. Erizándome inmediatamente todo el cuerpo. Volví a mirarlo a los ojos y fue un impulso mutuo, pero me sujetó de la nuca y apegamos nuestros húmedos labios con un intenso beso con lengua con sabor a cerveza. Estábamos ebrios, pero consciente de lo que hacíamos. Me tomó del pelo y me alejó.
—¿Te gustaría saber quien soy?
—Creo que ya lo sé. —Le respondí agitado.
—¿Sí? ¿Lo sabe? Dígame entonces quien soy —acercaba sus suaves labios e impedía que respondiera—. Ya po’, dime.
—Tu tatuaje te delata.
—Era la única señal que te podía dar.
—Pero mi hermana…
—¡Sh-sh! ¿Te gustaría que este fuera nuestro secreto? —Al igual que un perrito, acariciaba su nariz con la mía.
—¿Serás cómo tu usuario: ElAmigoSecreto?
—¿Te gustaría?
Me tenía suspirando nuevamente como colegiala enamorada por primera vez. Agitado y completamente excitado. El pantalón me apretaba de lo erecto que estaba. Lo más seguro es que ya haya humedecido mi ropa interior. Le sonreí y esa fue una respuesta suficiente para que entendiera que también lo deseaba. Me volvió a besar, pero me surgió una duda.
—¿Por qué yo?
—Ya sabrás en su momento.
No parábamos de besarnos. Era descolocado lo excitados que estábamos. Tampoco podíamos soltarnos completamente ya que toda mi familia estaba en sus habitaciones durmiendo. Comenzó a desabrochar su camisa, mostrando sus vellos del pecho inflado que tenía. Lo acariciaba como si fuese la tela más suave que pude sentir. Entre caricias me acerqué al pezón y él blanqueó los ojos echando la cabeza hacia atrás. Terminé por desabrocharle la camisa y me acerqué con mi lengua directo a su pezón, mientras que con la otra mano me desabrochaba mi camisa para luego presionarle el otro pezón. Harta lengua y unas sutiles mordidas de labios que lo llevaban a un rico gemido en silencio. Comencé a descender humedeciendo su cuerpo y recibiendo el aroma corporal que poco a poco se pronunciaba aún más.
—¿Te acuerdas cuando te dije que un día lo vas a probar? —me sujetó la mandíbula e introdujo su dedo a mi boca para que lo chupara—. Te aseguro que no será la única vez. Recuerda que este es nuestro secreto. Abre. —Saqué la lengua y recibí su saliva.
Se desabrochó el pantalón y se quedó en calzoncillos blancos y apretados. El paquete se le marcaba hasta las venas. Me empujó hacia su pico y absorbí todo el aroma sudado que tenía en la entrepierna. Ese olor que te enciende de una manera descontrolada y de que solo quieres llevarlo a tu boca para sentirlo más profundo. Humedecía el calzoncillo con mi lengua y el color de su piel se mostraba con más exquisites. Le bajé la ropa interior y recibí sus veinte centímetros en mi cara. Grueso, venoso, la punta brillando y con sus vellos rebajados. Sus testículos colgaban y lo primero que hice, fue llevármelos a la cara y comenzar a lamerlos con mucha calentura. Ascendía por el tronco con movimientos circulares hasta que empecé a tragármelo. Me atoré con intención y este me dio una sutil cachetada para que no hiciera ruido. Eso me gustó. Sujetó mi cabeza y tomó el control de la chupada de pico. Recordaba la foto que me envió y sí, era el mismo miembro que en varias ocasiones me masturbé pensando que algún día lo probaría y ahora estoy acostado en el suelo chupándolo. Tenía un sabor tan sabroso entre dulce y salado, provocándome más entusiasmo de querer llegar hasta el fondo y ahogarme con todo lo que me estaba ofreciendo. Me mantuve chupándolo por un buen rato, escuchando sus gemidos en susurros y soportando sus empujones hasta el fondo. Que me encanta que me ahoguen hasta toser y lagrimear como ingenua primeriza. Se puso de pie y comenzó a follarme la boca. Me envolvía la cabeza con sus brazos y me follaba como si estuviese reventándome el culo. Era lo que más deseaba en ese momento, pero no podíamos porque no era un lugar para subir de nivel. Yo me aferraba a su culo velludo, lo masajeaba presionando toda la calentura hacia mí.
—¿Quieres mi lechita? —Me habló al oído mientras seguía follándome la boca.
No podía responder con la voz, solamente asentí con la cabeza y aceleró su follada.
—Que rico como lo chupai. Me tenías más caliente que la chucha.
Yo solamente me impulsaba su pico más adentro, hasta que me soltó y sujetándome la cabeza hacia atrás se masturbó los últimos segundos sobre mí y empezó a botar el moco en mi cara. Expulsó tres veces un gran chorro de semen que terminó colgando por mi mentón y lo demás en el suelo. Seguí chupándole el pico hasta hacerlo temblar y obligar a que me sacara de ahí con una sonrisa excitante. Quitaba el moco que me colgaba y me lo comí. Nuevamente el dulce-salado en mí. Que exquisites de hombre con el que me topé o más bien él me buscó. Se hincó frente a mí y llevó mi mano con semen a su boca. Morbosito el hombre.
—Iré al baño y terminamos la carrera. ¿Te parece? —Pensé que se iría a dormir altiro, pero me gustó que se haya quedado.
—Está bien. Buscaré una nova o algo para limpiarme.
—Mejor anda tú primero.
Le sonreí y fui a lavarme la cara. Cuando regresé ya estaba vestido y había ordenado los cojines. Aquí nada pasó. No puedo negar que me sentía culpable después de todo, pero al final me doy cuenta de que las conexiones sí existen, pero también somos capaces de recibir una señal externa sin soltar a la fuente de poder con la que estamos compartiendo nuestra íntima información. Sé que no podemos estar así por mucho tiempo y quizá nunca salga a la luz, pero el temor de que en algún momento nos van a descubrir es persistente. No se irá hasta que logre tomar una decisión razonable y que no dañe a nadie. Aunque sé que el único perjudicado seré yo.
Con el Nico seguimos haciendo cosas a escondidas. Muchas veces nos besamos en las escaleras o cuando voy al departamento de mi hermana a jugar, nos quedamos solos mientras ella sale a sus clases y es la oportunidad perfecta para mamarlo rico cuando sigue jugando. Nuestra primera follada fue en la bodega del edificio cuando me pidió ayuda para arreglar un mueble. Jamás olvidaré cuando me tenía en cuatro y me tiraba del pelo sintiendo todo su pico dentro de mí. Fui el hombre más feliz en ese momento.
Este secreto, hasta el momento, me lo estoy llevando a la tumba. Jamás sabrán todo lo que estamos haciendo y han pasado meses desde que comenzó esta aventura. La culpa cada vez se desvanece y el sentimiento oculto comienza a florecer. No me gustaría arriesgarme más allá.
Quiero que las cosas sigan así.
Quiero mantenerlo.
Quiero conservar a mi Amigo Secreto.
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