No sé en qué momento se me ocurrió la brillante idea de salir a pasear por viña, hace un calor insoportable, me suda el pecho, las piernas, los huevos. Enciendo un cigarro a la sombra de un árbol y comienzo a fumar, miro a mi alrededor, las personas pasan, todos hastiados por el calor y el trajín del día. Sigo fumando, mirando, de repente miro en la esquina el típico letrero de barbería, el cigarro se está acabando, lo apago y lo tiro a la basura, comienzo a caminar en dirección del letrero. Llego a la puerta y la empujo, se abre y veo a un chico dormitando en un sillón.
-Hola, ¿estas atendiendo?
El chico se incorpora, y medio dormido me hace un gesto para que pase. Me acerco y me siento, mientras él bosteza.
-perdón, estaba en mi descanso cuando entraste-
-no te preocupes, gracias por atenderme, pero necesitaba escapar del calor.
Una gota de sudor corrió por mi frente y cayó en mi polera, el chico se acercó a mí, podía verlo por el espejo, moreno unos 25 años, labios carnosos y una sonrisa de ángel. Me puso la capa mientras me preguntaba que quería hacerme.
-Necesito que me cortes el pelo y arregles la barba, quiero dejar de parecer el viejo del saco-
EL chico rio y paso sus manos por mi barba, tenía las manos suaves. Un suspiro se escapó de mi garganta, encuentro erótico el ritual del corte pelo, y aun cuando no comenzaba, ya estaba disfrutando la previa. Apoyé mis manos en los apoyabrazos del sillón y cerré los ojos.
El chico me contaba su vida mientras cortaba mi cabello, yo le respondía, estaba entretenido, hasta que en uno de sus movimientos su entrepierna rozo mi mano, el contacto me sobresalto, podía sentir sus testículos en mis dedos, los movía de un lado a otro mientras seguía cortando, el roce de sus huevos en mi mano, sus manos tocando mi cara, abrí los ojos y vi sus labios, mi pene se puso duro con tantos estímulos, quería besarlo, quitarle la ropa y hacerlo mío. Él sólo se alejó un poco y me pregunto si me gustaba el corte, miré el espejo y asentí con la cabeza.
-ahora vamos por la barba- apretó un pedal del sillón y quede estirado con mi cara a la altura de su entrepierna, tomo una toalla caliente y la puso en mi cara dejando al descubierto la nariz y los ojos. No podía relajarme, el barbero me tenía caliente, no sé si era intencional. Pero hasta su voz la escuchaba más sexy y provocativa.
-trata de relajarte, se nota que estas un poco…” tenso”. -dijo mientras rozaba mi duro pene con su mano, soltó una risa cuando me escucho gemir. -parece que vas a necesitar el tratamiento completo-
Lo sentí alejarse, subió la música y cerró la puerta del local, luego volvió donde yo estaba, levanto la capa y me bajo los pantalones, mi miembro apareció mostrando unas gotas de precum, el barbero tomo el miembro con su mano y la movió hacia abajo, dejando al descubierto la cabeza que estaba roja e hinchada por la excitación. Acerco su lengua a la punta y comenzó a pasarla por la abertura, a la vez que apretaba la base, quería saborear el líquido preseminal. Su boca comenzó a subir y bajar por mi pene, mientras su lengua jugueteaba serpenteante acompañando los movimientos, cuando aumentaba la velocidad apretaba los labios y mi pene se hinchaba con la presión que su boca ejercía. Cuando disminuía la velocidad, se preocupaba de llegar con sus labios hasta la base, una vez ahí, con su lengua masajeaba el escroto y mis huevos. Estaba en la gloria, su técnica me tenía gimiendo, meneando las caderas sin control, quería que lo apretara con sus labios, que lamiera mis bolas, que se lo tragara entero, quería follarle la boca hasta acabar, preñar su garganta con mi semen, ahogarlo con mi leche. Mi miembro palpitaba, lo sentía grueso y duro, estaba a punto de acabar, cuando se detuvo.
No quiero que acabes aún me dijo, acto seguido se bajó los pantalones, quedando desnudo, se inclinó para apoyarse en el espejo, levantando su culo y moviendo las caderas me dijo.
-quiero que me preñes Daddy, quiero ver tu cara en el espejo cuando acabes en mi culo-
Me pare del sillón hipnotizado por sus palabras, quería hacer lo que él me pedía, mi pene estaba goteando, sabía que no iba a durar mucho, pero tenía que penetrarlo. Puse la cabeza de mi pene en la entrada de su agujero y comencé a empujar, estaba tan húmedo por el precum que fue deslizándose rápidamente por su abertura, su cavidad se sentía sedosa y apretada, el chico gemía mientras mi pene lo exploraba, miraba su cara en el espejo, los ojos cerrados, se mordía el labio, el sudor corría por su frente. Con mis manos agarré sus caderas y comencé a guiar los movimientos y la profundidad de la penetración, con cada embestida, nuestros gemidos aumentaban. Cada vez que me decía más fuerte, aumentaba la intensidad de la penetración, no quería parar, quería seguir gozando y él tampoco quería que me apartara, con la mano izquierda se afirmaba del espejo y con la derecha comenzó a masturbarse, me pidió que acabásemos juntos.
Bajé la velocidad de las embestidas y comencé a penetrarlo más profundo, sus gemidos fueron más intensos, podía sentir como las paredes de su agujero apretaban mi miembro abrazándolo, comencé a gemir yo también. Mi pene iba a reventar, agarré sus caderas y lo enterré a fondo para largar el primer chorro de leche. El barbero al sentir la descarga también comenzó a disparar su leche contra el espejo, yo seguía bombeando su culo con más fuerza a la vez que dejaba mi leche en su interior, su trasero ahora me pertenecía, estaba lleno de mi leche, era mío, todo mío, con este pensamiento en la mente, y sin sacar mi pene de su agujero, lo abrase y bese su cuello, estuvimos así unos minutos, hasta que lo solté, me separe de su cuerpo, y al sacar el pene pude ver como un hilo de semen bajaba por su muslo.
-estabas cargado- me dijo. Yo sonreí mientras me ponía los pantalones, él también se vistió, limpió el espejo y me pregunto si quería continuar con el afeitado. Mi respuesta fue sentarme en el sillón y dejar que sus manos terminarán lo que habían empezado.
Después de unos 20 minutos, estoy listo, le pago por el corte y al ir saliendo, se acerca me entrega una tarjeta y me da un beso. Luego de esto me dice.
-También atiendo a domicilio Daddy, por si quieres más tranquilidad-
Salgo a la calle más relajado, ya no hace calor, enciendo un cigarro y miro la tarjeta que me dio, “Max Castañeda, Barbero y maso terapeuta”. La guardo en la billetera, sé que la voy a necesitar.
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