Caos suave y bienvenida íntima
La tercera grabación de “Hablemos de Petplay” arrancó con lo típico de los lives: conexiones cruzadas, risas que tapan pequeños glitches y un calor cotidiano que hace todo más cercano. Estábamos Coneja Blanca, Mikun y yo en distintos puntos del mapa, y la conversación se fue tejiendo entre anécdotas de performance, técnicas de atadura, deseos sensoriales y la urgencia de construir espacios seguros y acogedores.
La fursona y la persona
Coneja habló de cómo la fursona se volvió práctica y refugio: “la coneja es libertad”. Cuenta que su personaje nació desde la vieja escuela del shibari y fue mutando hasta tomar una estética propia —opulencia, vinilo rosado y confianza— que empuja a otrxs a atreverse. Daisy, su yo vainilla, queda a un lado; la coneja ocupa el centro con tacto, abrazos y una performatividad que a veces “termina en pelota”.
Ataduras, suspensión y confianza
La Escuelita de la Sangre aparece como lugar de aprendizaje y prueba: suspenders, balanceos y ese instante de darse cuenta de que “no morí” sino que floté como columpio. La suspensión se describe como abrazo prolongado; la técnica enseña seguridad y la práctica repliega prejuicios corporales. Coneja y Mikun coinciden en que aprender y ser sujetx por otro/a refuerza la confianza y el disfrute.
Waxplay, foodplay y juegos sensoriales
Las prácticas sensoriales fueron hilo conductor: waxplay como laboratorio creativo, velas de masaje con olores que se confunden con fruta confitada y la promesa del foodplay todavía por realizar. Coneja imagina sirope tibio recorriendo la piel como alternativa a la vela; describe cómo el calor, la textura y la lengua transforman una escena en algo casi ritual. Los laboratorios de la Victoria se mencionan como centros donde se prueban herramientas, se forjan vínculos y, sí, se comparte un tecito al final.
Consentimiento, plataformas y registros
La conversación fue tajante sobre consentimiento: en plataformas y en sesiones, el sí debe ser enfático. No alcanza con un “tal vez” ni con un gesto dudoso; si no hay claridad, no hay juego ni grabación. Las experiencias de retractación y mala praxis han obligado a protocolos más estrictos y a un diálogo público sobre cómo proteger a participantes y creadores en ambientes digitales.
Cuerpo, estética y representación
Coneja hizo visible algo que muchas veces se queda en el murmullo: el poder de la representación. Su presencia como cuerpa no hegemónica y su estética distinta (vinilo rosado, no cuero) funcionan como ejemplo para otrxs: “me dijeron ‘me atreví por ti’”, contó. Esa transmisión de coraje estilístico es también política: ampliar lo posible dentro del BDSM significa aceptar texturas, colores y cuerpos que no encajan en el estereotipo.
Comunidad, primeros auxilios y cuidado práctico
El staff de NoCumpleanos aparece como ejemplo de compromiso: capacitaciones en primeros auxilios, protocolos frente a quemaduras o desmayos y una cultura de acompañamiento. La comunidad, dijeron, no es sólo programación de eventos; es formación, responsabilidad y la disposición a intervenir cuando algo falla.
Descolonizar, abrir y moverse
Mikun puso en la mesa la idea de descolonizar prácticas: cuestionar la rigidez histórica, permitir estilos locales, sacar el dogma del manual y generar caminos propios. Coneja completó: el BDSM puede vestir rosa, no necesita cuero para ser legítimo y debe dejar de reproducir modelos cerrados. Ambas posturas se juntan en una invitación: la comunidad crece si deja de pelear consigo misma y se abre al encuentro.
La charla fue, sobre todo, práctica y afectuosa: anécdotas, risas incómodas, confesiones de deseo y ejemplos técnicos. Se sintió la voluntad de enseñar, de cuidarse y de invitar. Quedaron tareas: experimentar con foodplay, volver a la Escuelita de la Sangre, seguir formando staff y mantener el consentimiento como norma innegociable. Terminamos con la sensación de que se está construyendo algo vivo: una escena plural, tensa en sus contradicciones, pero dispuesta a aprender.
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